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El 2020 será un año marcado por las próximas elecciones y por un escenario en el que a 40% de la población no le agrada ningún partido político. El ambiente desde ya se mueve en función de las posibles candidaturas presidenciales y de las nuevas reglas electorales que, tras el veto presidencial, regirán en el país. Pero también será un año muy ligado a las decisiones judiciales en los grandes casos de corrupción que se llevan adelante, pues su destino se reñirá con la política.

Hablando del correísmo, aunque su poderío ha sido prácticamente aniquilado, desde las cenizas pretende provocar más de un susto entre quienes lo daban por muerto. El espaldarazo llegó desde el Consejo Nacional Electoral (CNE) precisamente el 2 de enero, cuando el organismo determinó que el movimiento Fuerza Compromiso Social, que aglutina a los simpatizantes de Correa, sí podrá participar en las próximas elecciones. Esto a pesar de que la Contraloría determinó que la agrupación había incurrido en anormalidades en su registro. El CNE señaló finalmente que no existía causal para su cancelación.

Esta noticia llegó además al mismo tiempo que una de las cabezas más visibles del correísmo logró una parcial victoria judicial. La suspensión de la prisión preventiva contra la prefecta de Pichincha, Paola Pabón, acusada por rebelión por los sucesos acaecidos en octubre pasado, ha fortalecido sorprendentemente al movimiento. Incluso, muchos afirman que Pabón podría perfilarse como presidenciable, aunque ella lo ha negado ratificando que el propósito de su agrupación es que Rafael Correa esté en la papeleta a como dé lugar.

Por la derecha, los nombres de Guillermo Lasso y Jaime Nebot son los que más suenan. Lasso, por un lado, ha mantenido sus recorridos por el país y ha dicho abiertamente que será candidato en 2021, convirtiéndose esta en su tercera lid consecutiva. La organicidad de su partido constituye una de sus fortalezas; sin embargo, su falta de carisma y poca empatía con el electorado son sus puntos flacos. Habrá que ver si su campaña da un vuelco para mostrarlo más cercano y no solo como el empresario exitoso y construido a sí mismo que se vendió en las elecciones anteriores.

Nebot, en cambio, ha usado estrategias menos frontales para iniciar su camino electoral, como la publicación de un libro sobre su vida que, lejos de ser un ejercicio editorial serio, es un intento por mostrarlo como la mejor opción presidencial, es decir, es un instrumento de comunicación política. Sin ningún análisis incisivo, Roberto Aspiazu y Gonzalo Ruiz retratan al político socialcristiano como un hombre impoluto tras el cual solo existe un camino de aciertos. Ninguno de sus errores políticos, ni siquiera los mediáticos y espectacularizados, son cuestionados en las 450 páginas de “Jaime Nebot: el camino a la prosperidad”.

Lo de Nebot no se sabrá con certeza mientras el exalcalde de Guayaquil no esté convencido de que correrá con suerte esta vez, y no como en 1992 y 1996. Si bien su trabajo en la Alcaldía durante 19 años es su principal carta de presentación,  el electorado de la Sierra y los votantes indígenas son su punto débil. Por ahora ha tratado de mantener una línea populista afirmado, por ejemplo, que se deben rever los subsidios de los combustibles para los adinerados, pero mantenerlos para los agricultores y los pobres, y conceptos de ese estilo. El reto del socialcristiano será lograr que esa imagen suavizada pero eficiente que ha manejado en los últimos años se mantenga y así pueda meterse en el bolsillo al electorado. Por ahora, su fortaleza está en su partido, que es el único que ha mantenido un crecimiento estable en la aceptación ciudadana. Actualmente, es el que más agrado tiene entre los electores, según una reciente encuesta de Cedatos.

En Alianza País, en cambio, nada está claro. Bueno, una cosa es casi segura: Lenín Moreno no se postulará a la reelección, al menos así lo ha dicho y los números no lo contradicen. Con menos de 20% de aprobación, el mandatario difícilmente tendría oportunidades de ser reelecto; es más, en múltiples ocasiones ha señalado que su único interés es terminar su mandato y retirarse. Los problemas que tuvo que enfrentar al suceder a Correa, junto con la explosión social de octubre mermaron cualquier posibilidad de un futuro político. ¿Pero entonces, qué hará el oficialismo en las próximas elecciones?

Si bien Alianza País no es ni de lejos lo que era, el vicepresidente Otto Sonnenholzner ha adelantado que el partido sí irá con un candidato propio a las presidenciales, que puede resultar de una coalición política y convertirse, quizás, en un “outsider”. La pregunta ahora es: ¿será él mismo el outsider que podría mover el tablero político? La idea no está descartada, sobre todo porque los niveles de aceptación del vicepresidente han mejorado con el pasar de los meses. Su forma fresca y desenfadada de hacer política lo encuadran como un potencial candidato; sin embargo, la falta de una plataforma política propia jugaría en su contra.

Otros nombres que suenan desde ya son los del presidente de la Conaie, Jaime Vargas, y del dirigente indígena Leonidas Iza. Aunque no han asegurado su participación, sí han dicho que su movimiento político, Pachakutik, tendrá candidato propio. Asimismo, el expresidente Lucio Gutiérrez (2003-2005) no ha descartado postularse una vez más por su partido Sociedad Patriótica, y el político de derecha Andrés Páez va en la misma línea.

Definitivamente, hay que prepararse, porque la campaña empieza ya, diga lo que diga la autoridad electoral contra la propaganda adelantada, afirmando que la sancionará con toda severidad. Con la campaña arrancan además los artilugios, las marañas y el juego político, que pocas veces es limpio.

Last modified on 2020-01-09

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