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Autor: Revista Gestión

En Ecuador hay alrededor de 370.000 niños, niñas y adolescentes que se encuentran trabajando. De ellos, más de 70% está en condición de pobreza y en su mayoría pobreza extrema. Se estima que la pandemia desplazará a más de 1 millón de personas a la situación de pobreza, por lo que muchos hogares con niños bajo se verán afectados gravemente, y el trabajo infantil será la estrategia de varios hogares para cubrir sus necesidades. Además, que 75% de los niños y adolescentes que trabajaban también estudiaban, pero por la falta de medios las clases virtuales ya no son una opción.

El COVID-19 puede alterar los entornos donde niños, niñas y adolescentes crecen y se desarrollan. La condición de vulnerabilidad previa se ve ahondada con la pandemia, pues muchas familias se han quedado sin empleo o sin sus ingresos procedentes de alguna fuente informal que se estancaron debido al confinamiento. Este es uno de los principales factores que ha forzado a que niños/as y adolescentes ingresen al mercado laboral.

El Código de la Niñez y Adolescencia (CNA) define que la edad mínima en la que un niño debe trabajar es a los 15 años, considerando incluso el trabajo doméstico. Por ende, no es admisible el trabajo de niños menores a esta edad e incluso para los adolescentes de entre 15 a 17 años que pueden laborar se estipula un límite de seis horas diarias por un máximo de cinco días a la semana. De este modo no se perjudicaría el derecho a la educación y se garantizaría el cumplimiento de temas legales y laborales.

Sin embargo, según el INEC, en el país hay aproximadamente 375.342 niños/as y adolescentes en situación de trabajo infantil y la mayor concentración de trabajadores de este grupo se encuentra en los niños menores a 14 años.

DESDE 2013 EL TRABAJO INFANTIL NO HA DEJADO DE AUMENTAR

En 2007 el Gobierno estableció la meta de erradicación del trabajo infantil. Las políticas implementadas dieron resultados positivos; si bien es un problema que permanece, se ha reducido notablemente. En el 2001 la tasa de trabajo infantil estaba por sobre los 20 puntos porcentuales, mientras que para 2017 se encontraba en 8,41%. No obstante, estos resultados alcanzados se han revertido volviendo a incrementarse la tasa de trabajo infantil en contraste con lo reportado en diciembre de 2019.

A partir del 2005 ya se dio una importante reducción -de más de -5%- del trabajo infantil en Ecuador. Aparentemente, este problema es contra-cíclico con respecto a la economía nacional, es decir, mientras la economía mejore, la tasa de trabajo infantil se reduce. Es por eso que desde el 2014 retoma un curso creciente y para 2016 se profundiza notoriamente con un crecimiento de 1,74% (Gráfico 1), lo que implicaría que solo en ese año más de 77.500 niños y adolescentes tuvieron la necesidad de trabajar.

Gráfico 1

Evolución del trabajo infantil entre 2012 a 2017

 

LOS INFANTES Y NIÑOS SON EL GRUPO MÁS POBRE DE LA POBLACIÓN

Se estima que la pandemia del coronavirus deje en situación de pobreza a un 6% más de ecuatorianos. Hasta diciembre de 2019, la pobreza abarcaba a 25,03% de la población y la extrema pobreza a 8,87%, esto incluye a hogares que perciben ingresos mensuales inferiores a $ 84,83 y $ 47,80, respectivamente. Aproximadamente 1’000.000 de personas pasarán a este grupo vulnerable durante y después del confinamiento.

Sin embargo, la pobreza es un mal que agobia principalmente a los más pequeños de la población. Como muestra la Tabla 1, la mayor incidencia de pobreza recae en los infantes ya que 35,9% de ellos se encuentra en situación de pobreza, de los cuales cerca de 13% son extremadamente pobres. En otras palabras, esto quiere decir que 35% de los niños que apenas nacen ya son pobres.

Tabla 1

Pobreza por grupos de edad

 

LA POBREZA DETERMINA EL TRABAJO INFANTIL

Los niños y adolescentes con tal concentración de pobreza (Tabla 1) tienen la carga de trabajar en el mercado informal, pues son estrategias que utilizan muchas familias para sobrevivir.

De los niños de entre 6 a 11 años que se encuentran laborando, 71,37% se encuentra en situación de pobreza, donde  43,5% son pobres extremos, es decir, más de 31 mil niños. Por tanto, la pobreza es uno de los principales factores que socava la situación de muchos niños y niñas en el país.

El otro porcentaje de niños/as puede atribuirse al trabajo doméstico, que tiene que ver más con patrones culturales. Realizar las tareas de la casa para muchos hogares tiene que ver con asignar “responsabilidades” -especialmente a mujeres-, algo que únicamente reproduce los estereotipos.  Esto se evidencia en las cifras del INEC, donde las adolescentes mujeres de entre 12 y 17 años dedican entre 25% y 45% de su tiempo a tareas domésticas, en contraste con los hombres de esa edad, que apenas dedican 15% de su tiempo a labores domésticas.

Gráfico 2

Severidad de pobreza en niños/as de entre 6 y 11 años que trabajan

 

EL TRABAJO INFANTIL SE PROFUNDIZA EN LA POBLACIÓN HISTÓRICAMENTE EXCLUIDA

El sector rural se caracteriza por la mayor concentración de personas que viven en situaciones precarias. Las áreas rurales concentran mayor trabajo infantil que las urbes, pese a que en las urbes habitan la mayoría de la población de entre 5 y 17 años. Además, tiene relación directa con la incidencia de trabajo infantil en niños y niñas indígenas, pues 26% de niños/as indígenas y 39% de adolescentes indígenas son trabajadores (Gráfico 3). Igualmente, otro grupo étnico con alta tasa de trabajo infantil son los adolescentes montubios.

La principal actividad que concentra mano de obra infantil y adolescente son las actividades agrícolas y pecuarias. Según la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI), 66% de los niños y niñas que trabajan se dedican a estas actividades del campo, siendo el comercio la segunda actividad que realizan especialmente adolescentes (16,4%). En contextos rurales y agrícolas, el trabajo productivo se junta muchas veces con las tareas del hogar, pues lo más común es que parte de la producción se destine al autoconsumo.

Al menos hay más conciencia sobre la escolaridad. En la actualidad, 75% de los infantes y adolescentes que trabajan también estudian. No obstante, la sobrecarga que representa en estos menores puede causar daños severos en su desarrollo. En promedio, los menores a 15 años dedican unas 15,2 horas a la semana a actividades laborales y los adolescentes 30,2 horas.

Gráfico 3

Trabajo infantil por autoidentificación étnica

 

LOS RIESGOS QUE REPRESENTA EL COVID PARA LA NIÑEZ Y ADOLESCENCIA

Tras la crisis sanitaria, muchos hogares se han visto afectados en formas multidimensionales. La paralización de las actividades económicas en el confinamiento, la pérdida de muchos empleos, el cierre de varias escuelas o la falta de medios para que los niños puedan continuar sus estudios ha aumentado la pobreza multidimensional y la precariedad de los menores.

La UNICEF emitió una nota técnica donde señala los riesgos que el COVID-19 significará en los niños y adolescentes (Tabla 2). La situación de los menores se verá más vulnerable que nunca. Desde la imposibilidad de salir de los hogares a jugar y desarrollarse en un entorno normal como niños, hasta maltrato doméstico dentro de sus hogares, entre otros, generarían maltrato físico y emocional; incluso la angustia que genera la pérdida de sus seres queridos puede causar trastornos mentales.

La violencia de género también puede agravarse, y los estereotipos de género se profundizarán. Pues a medida que los padres salen a buscar el sustento del hogar, desplazan las labores del hogar a las niñas o mujeres adolescentes principalmente. En otros casos, desplazan a los niños al trabajo infantil por la falta de recursos y acceso a la educación virtual.

Tabla 2

Riesgos presentes para la niñez y adolescencia frente al COVID-19

 

El trabajo infantil genera graves consecuencias en los niños, como problemas de salud (por agotamiento, lesiones, problemas en la piel, etc.), falta de tiempo para jugar y desarrollar capacidades psicomotrices, mala calidad de tiempo para el estudio y, además, maltrato en el trabajo. Todas estas condiciones inaceptables son determinantes para el desarrollo de estos niños. Lastimosamente, la pandemia empeorará esta situación preexistente.

El gobierno ecuatoriano pretende mitigar una parte de este problema mediante la transferencia directa a las familias afectadas. Sin embargo, la posibilidad fiscal es muy limitada para que pueda cubrir a todas las familias que están en esta situación de vulnerabilidad. Por ello, se requiere establecer políticas públicas concretas para que los niños y adolescentes puedan continuar sus estudios y no se vean en la necesidad u obligación de salir a trabajar en las calles o en los campos, como la mayoría de ellos. Además, establecer un piso mínimo de consumo ayudaría a identificar y mitigar la situación de muchos pequeños de la población.

 

Elaborado por: Karen Lucero, redacción Revista GESTIÓN.

 

 

 

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Last modified on 2020-08-13

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